CICLOTURISMO A CAZORLA (Ruta del 26 de Junio)
En el Bar el Cruce, tuvimos un primer encontronazo a la hora del desayuno. Ya nos habíamos encargado de llamar días antes al dueño para que estuviese al tanto de que un autobús lleno de gente llegaría a sus puertas el día 26 para desayunar y que no les pillase de sorpresa (incluso desde Guadíx se le hizo por teléfono una última advertencia de que estábamos a punto de llegar). Pero no me extraña que el Bar se llame "El Cruce". Allí se le cruzaron los cables al dueño, a la tostadora y a la máquina de café. Pobre hombre. No daba a basto. Primero sacó unas cuantas rebanadas de pan tostado a las mesas que no eran suficientes, pero no había puesto el aceite ni la mantequilla y el pan se enfriaba cuando ya había gente pidiendo un café con leche. Si servía la mantequilla ahora otro quería un zumo. Cuando el aceite llegaba a la mesa el pan estaba frio y duro como la apargata de un peregrino. Luego faltaba azúcar para el café que acababa tan frio como la tostada. En fin que viendo el desorden, algún socio tuvo la delicadeza de levantarse y echarle una mano al pobre hombre y así aligerar la cosa. Porque si una cosa tiene nuestro Club es el saber estar. Por eso allá donde vamos tenemos siempre las puertas abiertas.
Todos en grupo, a una marcha llevadera para que todo el mundo más o menos la siguiera, nos pusimos en marcha por la A-315. Una carretera ancha, con buen piso, buen arcén, más o menos llana, perfecta para ir calentando motores antes de empezar las subidas que nos esperaban, que eran muchas. Todos agrupados con la indumentaria del Club, éramos objeto de las atentas miradas de los que allí viven.
Dejamos a nuestra derecha la localidad de Cuevas del Campo. Algunos socios empiezan a quedarse atrás. Cada uno decide ir a su propio ritmo. Algunos se suben en nuestro furgón de asistencia. Por cierto, esta vez conducida por Manolo Caro, que este año no ha salido ningún día con nosotros por motivos laborales y desde aqui le agradecemos su colaboración y sacrificio. Poco después dejamos atrás La Colonia, Pozo Alcón e Hinojares, para acercarnos cada vez más al temible y desconocido Puerto de Tíscar.
Las horas avanzan y el calor empieza a hacer mella en más de uno de nosotros. Aflojamos el ritmo y se organizan varios grupitos. Al ritmo que el cuerpo pida, porque hay que intentar no sufrir mucho ya que faltan muchos kilómetros por delante.
Nos desviamos para pedalear por la A-6206 hasta la JF-7092. Una carretera estrecha pero de buen piso, con muchas curvas a derecha e izquierda, rodeada de un frondoso bosque de coníferas que nos regala de vez en cuando alguna que otra sombra donde aliviar nuestro calvario, pero con una pendiente media del 5% que nos llevará hasta el Santuario de Tiscar donde haremos una breve y deseada parada. Este lugar, encaramado entre los riscos de la montaña, con una belleza que a todos nos hizo felicitarnos por la suerte de poder contemplarlo, merece ser visitado y compartir la tranquilidad y el sosiego que emana por todos lados.
Una vez en el Santuario de Tiscar, el chorro de una fuente de agua realmente fresca nos dió la bienvenida. Rodeados de unas vistas impresionantes, esperamos a que todos subieran hasta allí. Nos refrescamos en la fuente, bebimos, comimos, comentamos la dureza que habíamos pasado y la que nos quedaba aún por pasar, nos sentamos a la enorme sombra de un árbol centenario e hicimos fotos.
A la entrada de nuestro destino, reagrupamiento. Todos juntos hacia el Hotel "Ciudad de Cazorla". Todos unidos como compañeros de batalla, como grandes amigos hasta adentrarnos en las entrañas de Cazorla, en la Plaza de la Corredera, acalorados, ansiosos por bajar de nuestras "flacas", deseosos de reencontrarnos con nuestras familias que nos reciben entre aplausos, y ovaciones, pensando en ducharnos, en refrescarnos después de un día de infierno, en comer, en sentarnos junto a los nuestros para contarles nuestra pequeña gran proeza, nuestro particular sufrimiento, nuestra sed, nuestros paisajes, nuestra vivencia compartida... esto es el ciclismo, esto es vivir.
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